Al llegar a los sitios buscaba una caja de cartón, le abría un pequeño orificio y la aislaba de la luz exterior. De esta forma he ido construyendo cámaras oscuras durante dos años en distintos lugares del planeta, en ellas se formaba una imagen que he ido atrapando, para ello introducía una cámara dentro y la disparaba por control remoto. Al abandonar el lugar, la caja era destruida.

El resultado se convertía en sorpresa, y el proceso ofrecía el placer de una fotografía mucho más lenta, una vuelta atrás, desacelerando la producción de imágenes en la que estamos inmersos hoy día. El escenario te encuentra y el poco control da lugar en la mayoría de las ocasiones a que el azar entre en juego como tantas otras veces.

Durante dos años, estuve realizando un diario tomando imágenes de todo lo que me rodeaba, con la intención de transformar el mi mundo exterior a través de un pequeño receptáculo: una cabina de Photomatón. Las nuevas realidades, parten de una máquina inmóvil que se encuentra en mitad de la calle, y por un motivo u otro todos la hemos utilizado.
Poco a poco fui comprendiendo esta máquina, que se convirtió en el mejor de los electrodomésticos de mi vida. Demasiados elementos no controlados intervenían en el resultado final: el verano resaltaba los colores frente al invierno; habia días en los que algún inpresentable, utilizaba la ranura por la que salían las tiras como cenicero, o los lunes por la mañana, la falta de líquido provocaba una franja negra en uno de los lados de la tira (suerte que, a eso de las once, llegaba el señor de mantenimiento con nuevos líquidos, y uno podía reanudar su tarea) . Conversé varias veces con este hombre, y no se cansaba de repetirme que, pese a la antigüedad de estas máquinas, la perfección a la que podían llegar era admirable. Y mientras lo oía, pensaba que era precisamente esa imperfección la que hizo posible el resultado obtenido.

Negatives. 2007

I “Show me your old negatives”

El mundo de las imágenes digitales ha llegado rápido hasta nosotros. Este lugar de ceros y unos es interesante y pragmático, pero uno también echa en falta lo analógico. Lo digital ofrece inmediatez, pero hemos perdido la espera, la impaciencia por ver qué hemos hecho, por ver si la técnica o el azar han conseguido su objetivo. Estamos en un mundo en el que importa la velocidad, la prisa, convirtiendo la espera en una enfermedad planetaria.

La base de este proyecto se centra en recuperar ese tiempo de espera. Para ello, he buscado una imagen digital que necesite ser revelada, y por tanto ofrezca el tiempo de espera añorado. Comencé solicitando a personas que me enseñaran sus negativos antiguos y me los mostraran con sus manos. Una vez tomadas las fotos, las descargaba en el ordenador y las invertía desvelándose el secreto de esos negativos.

II “Memory travel”

En esta segunda parte, me sirvo de negativos encontrados en diferentes partes del mundo y cuyas imágenes fueron realizadas en lugares diferentes de donde fueron encontradas. “Memory travel” atiende al viaje de la imagen, a esa función mágica de la fotografía que ha permitido a nuestros seres queridos acompañarnos en carteras y álbumes allá donde la vida nos haya llevado.

El trabajo ahonda en la imagen trouvé, en la idea del encuentro y del desencuentro, en todas las historias que se esconden tras una sola imagen.

Utilizando como materia prima los negativos que han viajado acompañando a esas personas, los he mostrado y revelado.