Nombre_violeta

---------------Viole(n)ta

Es una crueldad, es una extrema e íntima crueldad, es como sujetar el amanecer con correas entre cielo y cielo o entre cielo y suelo y querer sostenerlo así un día tras otro en la misma postura. Sí, una colonia penitenciaria, el invento más perverso: el de memorar, morar más largamente o morar a secas, “una dolorosa infermità” , la violencia ejercida sobre lo amado cuando se ama: robarle la libertad de morir.

Violeta lo sabe y no quiere el tiempo, la sombra de un péndulo en la pared, esa marquita que establece, limpia, like a communion tablet, o a lo sumo como la sombra de una fruta gris en una rama delgada y recta, movida por un viento mecánico, previsible, lingüístico. Esa bola de nieve sin semillas, sin agujero ni gusano. -¿Gusano de manzana o gusano de muerto? El primero es del primer mundo, el segundo es del tercer mundo. A saber.-

Violeta lo sabe y es por eso que hace visible el arma del crimen y su cuerpo de fotógrafa fotografiada, víctima y verduga (qué extraño femenino). Porque entonces el redondel del péndulo sí adquiere relieve, en cuanto asesino de lo que se escapa. Y ahora, ahora que el tiempo es arte, el péndulo se convierte en el sol de un día neblinoso, ese sol pálido tras las nubes altas, digamos cirros (en cuya sonoridad ya hay una ferocidad primera) ese sol que es como una trufa enterrada, casi silueta solo, pero voraz, como un demonio de tasmania que abre las fauces 360 grados –clic, clic- y se traga a sí mismo y al tiempo: su manera de ladrar a tan extraña luna y dar fin al fin.

La voracidad de quien rememora coincide con la del portador del vestido frágil en una operación en la que la autolesión se insinúa o se efectúa como estructura. Digamos: un reloj de piel, hiriéndose a cada pasito del segundero, abriendo más y más la herida: hasta el amanecer.

No un tiempo, sino algo detenido entre sus vendas, sanguinolento de luz velada, saturado de colores insaturados, seguramente infeliz y no obstante profundamente hermoso, indecorosamente claro. Todo para substituir el avance.

Hablemos de un quirófano donde no cambiaran las sábanas. Pero entonces no habremos hecho justicia al día de primavera ocre pero bello que también hay en estas imágenes.

Por ejemplo, uno ve las flores de las sábanas y las de la blusa y la pregunta es inmediata: Est-ce qu’elles se polinisent
les unes a les autres?
Acaso hubo quien metió
lentamente
un pájaro en un buzón, de regalo, un pájaro de colores. Y fue
un buen regalo, pero el pájaro
se volvió blanco
durante
los días del buzón.

Porque la belleza existe, pero la última violación que el tiempo ejerce sobre ella es la de recordarla. Para que al final queden en el suelo las sombras que nuestro cuerpo nunca ha proyectado o tal vez sí: todo ese cementerio, toda esa Schiesserei .

Juan Andrés García Román

Signe-mes

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2008
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